La seguridad de Avast ha sido objeto de debate desde 2020, cuando se reveló que la empresa había vendido datos de navegación de sus usuarios a terceros a través de su subsidiaria Jumpshot. Este escándalo fue destapado por una investigación conjunta de Motherboard y PCMag, que mostró cómo Avast recopilaba información detallada sobre cada búsqueda, clic y visita de los usuarios en internet. Aunque estos datos se anonimizaban técnicamente, las empresas que los compraron podían cruzarlos con otras bases de datos para identificar a las personas detrás de cada actividad.
Los datos vendidos incluían búsquedas en Google, visitas a redes sociales, plataformas de vídeo e incluso páginas de contenido sensible como sitios para adultos. Esto generó una fuerte indignación, ya que los usuarios confiaban en Avast para proteger su privacidad, no para comercializarla.
Tras el escándalo, Avast cerró Jumpshot y prometió cambios. Ahora aseguran que la recopilación de datos está desactivada por defecto y que solicitan el consentimiento explícito del usuario. Sin embargo, no han presentado pruebas concluyentes que demuestren que estas prácticas hayan desaparecido por completo. Para muchos, este episodio dejó una mancha imborrable en su reputación, y la confianza rota es difícil de recuperar.
Curiosamente, en su web oficial, Avast intenta cuestionar la seguridad de otras empresas como Kaspersky, pero lo hace sin pruebas contundentes, mientras que Kaspersky ha demostrado su compromiso con la transparencia y la privacidad con iniciativas verificables.
En resumen, aunque Avast ha tomado medidas para corregir el rumbo, es razonable ser escéptico respecto a su manejo de datos. La controversia de 2020 sigue siendo un recordatorio de que la confianza en este tipo de productos debe ganarse día a día.