Si algo tengo claro en esta vida es que, cuando Microsoft lanza un nuevo sistema operativo, las expectativas están siempre por las nubes. Y no es para menos: hablamos de una compañía que lleva décadas marcando el ritmo de cómo usamos nuestros ordenadores.
Pero Windows 8… Ay, Windows 8. Ese sistema operativo diseñado para tablets que terminó siendo un dolor de cabeza para todos los que seguíamos fieles al ratón y al teclado.
El diseño que olvidó a los usuarios de PC
Imagínate encender tu ordenador y, en lugar de ese escritorio que conocías como la palma de tu mano, aparece una pantalla llena de mosaicos gigantes que parecen sacados de un catálogo de juguetes. Eso fue lo que muchos sentimos al enfrentarnos por primera vez a la interfaz Metro.
La idea era buena en teoría: un diseño minimalista y táctil, perfecto para tablets. Pero, ¿y los que no teníamos tablets? Usar Windows 8 con ratón era como intentar comer sopa con un tenedor: incómodo y frustrante.
Lo peor fue la eliminación del botón de inicio. Ese pequeño icono había sido nuestra brújula desde los años 90, y de repente, ¡zas!, desaparece. No te imaginas las veces que instintivamente iba a buscarlo para abrir una aplicación y terminaba enfrentándome, otra vez, a esa pantalla llena de mosaicos.
Una apuesta por un futuro que nunca llegó
¿Por qué Microsoft pensó que esto era una buena idea? La respuesta es sencilla: las tablets. A principios de los 2010, las tablets eran el juguete nuevo de la tecnología. Todo el mundo hablaba de ellas como el futuro. Microsoft, queriendo adelantarse, diseñó un sistema operativo centrado en esos dispositivos.
Pero había un pequeño problema: para 2012, sólo el 18% de los adultos en Estados Unidos tenía una tablet. ¿Y el resto? Seguíamos con nuestros confiables PCs.
Es como si Microsoft hubiese diseñado un coche que solo puede circular por autopistas y luego descubriera que la mayoría de las personas vive en zonas rurales. Fue una apuesta muy arriesgada que no acabó funcionando.
Una disculpa a los usuarios: Windows 8.1
Ahora, aquí viene la parte que me reconcilia un poco con Microsoft. A diferencia de otras grandes empresas, reconocieron su error. Apenas un año después, lanzaron Windows 8.1, un intento por corregir lo que habían hecho mal. El botón de inicio volvió (aunque no del todo como lo conocíamos), y tenías la opción de arrancar directamente al escritorio. ¡Aleluya!
Yo tuve mi primer PC gamer con Windows 8.1, y aunque no era perfecto, aprendí a quererlo. Era rápido, ligero, y una buena opción para equipos antiguos. Posteriormente llegó lo que sería mi amor por años, Windows 10.
No hace falta decir nada respecto a Windows 10, simplemente una joya de la corona y aunque sabemos todo lo que está sucediendo con él actualmente, sigue siendo ampliamente utilizado. Eso sí, si estás en Windows 10, asegúrate de explorar los mejores antivirus gratuitos Windows 10 para mantener tu sistema protegido ya que la obsolescencia programada está a la vuelta de la esquina.
Todo error trae consigo una enseñanza, lo que aprendimos de Windows 8
Windows 8 nos dejó una lección importante: incluso las grandes empresas pueden equivocarse, pero lo que realmente importa es cómo responden a esos errores. Microsoft escuchó a sus usuarios, hizo ajustes y, eventualmente, nos dio Windows 10, un sistema que marcó el regreso a lo que realmente necesitamos: flexibilidad, funcionalidad y estabilidad.
En definitiva, Windows 8 no fue un mal sueño, pero sí un recordatorio de que, a veces, innovar demasiado rápido puede ser contraproducente. Al final del día, lo que realmente importa es adaptarse a las necesidades de quienes están al otro lado de la pantalla.
¿Tú también sufriste con Windows 8 o tu experiencia fue diferente?